jueves, 21 de febrero de 2008

Pájaro azul


Camaradas: habéis de saber que tengo un pájaro azul en el cerebro,
por consiguiente...
“El pájaro azul”
Rubén Darío

Todas las noches toca la puerta. Bate las alas del otro lado para hacer entrar el sonido. Cree, creo, que el nido lo tiene adentro. Pero se equivoca. Nunca acá hubo lugar para pájaros azules. A lo sumo, para horneros.
A eso de las once de la noche, después de la cena, empieza a gritar. Los primeros días, salía y le preguntaba “¿qué onda?”, me miraba con mirada de colibrí falso y se apuraba a entrar. Pero yo era más astuta y entraba antes que él; le cerraba la puerta en el pico.
Un par de veces, miré por la ventana para ver si hacía algo más que esperar del otro lado. Y no mucho, quizás espantaba algún murciélago, como si fuera un perro guardián, o levantaba algunas hojitas del árbol de la vereda que se caían cerca de mi puerta. Limpia; me despierto con la entrada impecable, como si nada pudiera ensuciar.
Los fines de semana, cuando salgo, me voy y lo dejo ahí. Si vuelvo antes que salga el sol, lo encuentro sin grandes diferencias, ahora, si vuelvo de mañana ya no está. De día, parece que descansa. Me acostumbré a tenerlo ahí, si bien su ruido es insoportable. Me parece hermoso que un pájaro azul esté en mi puerta.
Cuando me despierto, aprovecho para ver cuán dañada está la puerta porque él es el mismísimo pájaro loco, pero azul y, en realidad, no tan loco. La madera, ahora, está llena de agujeritos y, yo, viendo la cantidad, los pinté de colores. La semana pasada, se le desprendió una pluma, y la pegué en el marco. Creo que los vecinos se van a asustar con mi afán decorativo, “ésta segura anda en algo raro, alguna secta indígena naturista, se droga, no hay dudas”, pero yo siempre consideré que para hacerle la vida más agradable a los demás, primero, hay que hacérsela agradable a uno. Y a mí me parece agradable llegar a una casa con la puerta pintada.
A esta altura, hace tres meses que espera del otro lado, no entiendo por qué sigue insistiendo conmigo si ni comida dejo afuera. Igual, creo que hay hábitos que son muy difíciles de abandonar. De todas maneras, últimamente no nos molestamos, yo lo dejo hacer con auriculares puestos y así puedo vivir tranquila de noche.

1 comentario:

Natalia Carozzo dijo...

jajja cómo me gusto! quiero ver la puerta esa con agujeritos pintados y la pluma y el pájaro azul esperándote.